Todos querrían ver a sus hijos abrazando la lectura mientras aprenden sobre infinidad de asuntos y disfrutan de ella, pero a veces, en nuestro empeño por conseguir este objetivo y fomentar la lectura, no solo no lo conseguimos sino que incluso acabamos consiguiendo el efecto contrario.

Y lo cierto es que la lectura no debería ser considerada un deber, sino más bien un derecho. No debería ser algo que debamos inculcar, al contrario debemos mostrar sus virtudes y permitir su práctica con total libertad.  Ya lo decía el escritor francés y profesor de literatura Daniel Pennac: el verbo leer, como el amar o el soñar, «no soporta el imperativo». Es inútil obligar a leer y además resulta contraproducente porque no se transmite una afición por la fuerza.

Una buena forma de contagiar el amor por la lectura es con el ejemplo. Cuando el  niño observa como amantes de la lectura a su alrededor disfrutan con sus libros e historias, inconscientemente obtiene una apreciación positiva de la lectura. En numerosas ocasiones la pasión por los libros surge por la influencia de un familiar o amigo también apasionado. Así, será muy difícil que un niño se aficione a leer si en su círculo más cercano no es una práctica habitual.

La lectura, también en compañía. Leer a un niño «es una práctica fundamental, tal vez la más importante y eficaz sobre todo con los niños que tienen dificultades para leer y les cuesta un gran esfuerzo», señala el maestro, licenciado en Historia y logopeda Pablo Pascual Sorribas.  Cuando el niño escucha a sus padres, comprende mejor el mensaje y disfruta con la historia.

Leer en voz alta. Nadie nos obliga a leer en silencio, y nadie debería olvidar las bondades de la lectura en voz alta. Leer en voz alta, nos da tiempo para comprender mejor lo que estamos leyendo, además de mejorar la pronunciación de las palabras, aprender a entonar y darle el sentido a las frases.

No deberíamos hacer exámenes sobre lo que se ha entendido o no de la lectura, simplemente comentemos qué nos ha gustado, que personaje nos gusta más, y hagamos reflexionar al niño sin que tenga la sensación que está delante de un test. Como decíamos al principio la lectura tiene que salir de él mismo, y tiene que disfrutarla por sí mismo.

En este sentido cuentos como las Aventuras de Senda son una estupenda oportunidad para comenzar a fomentar  y disfrutar de la lectura junto con los más pequeños, además de hacerlo de una forma divertida y entretenida.